Osama bin Laden pasó de ser un aliado de Estados Unidos a su peor verdugo.

Nacido en Arabia Saudita en 1957, en una familia adinerada, Osama pudo acudir a escuelas de élite y estudiar religión en la Universidad Abdul Aziz. Estaba convencido de que el islamismo era la única religión y su objetivo final era instalar un califato. Era el décimoséptimo de un total de 50 hermanos.

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Durante la invasión soviética en Afganistán, en 1979, Estados Unidos y la CIA se acercaron a Osama para que los ayudara a reclutar muhajedines para luchar contra los soviéticos. Washington proporcionó recursos y armas.

Pero Osama, al mismo tiempo, fue creando una base de datos de los voluntarios que reclutaba, bajo el nombre de Al-Qaeda (La Base).

Expulsados en 1989 de suelo afgano, la misión de Osama tomó otra dimensión: emprender la Yihad, o guerra santa, contra los infieles.

El saudita estaba convencido, además, de que por medio de atentados terroristas lograría no sólo atención a su causa, sino finalmente la victoria política y el califato.

Exportó entonces muhajedines a países en conflicto. Lo hizo en Bosnia, en Chechenia.

Que Arabia Saudita apoyara a Estados Unidos durante la guerra del Golfo, en 1991, para Osama fue un acto de traición. El rompimiento con su patria fue total cuando en 1994 se le retiró el pasaporte y Osama huyó a Sudán.

Sin embargo, Osama no renunció a su ambición. Organizó decenas de atentados en Beirut, en el WTC (1993), en Kenia y Tanzania, teniendo siempre como objetivo a ciudadanos estadounidenses. Su guerra, aseguraba, no era contra Occidente, sino contra “el régimen norteamericano, que está en contra de todos los musulmanes”.

Por ello, emitió una serie de fatwas, o decretos religiosos, entre 1996 y 1998, declarando la guerra santa contra Estados Unidos. “Dios usó nuestra guerra sagrada en Afganistán para acabar con la Unión Soviética. Ahora pedimos a Dios que nos utilice una vez más para acabar con los estadounidenses, para convertirlos en sombras de sí mismos”.

Comenzó entonces la planeación de los atentados del 11 de septiembre de 2001, tras los cuales Estados Unidos convirtió a Osama en su enemigo número uno y blanco principal.

En octubre de 2003, Osama reivindicó los atentados por primera vez en un audio que decía: “Es su propia mercancía, que les ha sido devuelta”. Un año más tarde, apareció en un video en el que explicaba sus motivos. “Fue ideado en 1983, cuando Estados Unidos permitió a Israel invadir Líbano”.

Estados Unidos reclamó a los talibanes, que entonces gobernaban Afganistán, entregar a Osama, quien se ocultaba en las montañas de Tora Bora, pero ellos se negaron.

Tras la invasión estadounidense, Osama logró huir a Paquistán, donde se ocultó 10 años de Estados Unidos. Varias veces se reportó su muerte, pero en marzo de 2010 apareció de nuevo en un audio lanzando una amenaza contra Estados Unidos.

Padre de más de 20 hijos con cinco esposas, Osama se mantuvo a salvo hasta el 2 de mayo de 2011 cuando tras recibir información creíble, el entonces presidente Barack Obama autorizó una operación para atrapar al líder terrorista oculto en Abbottabad.

A través de la llamada Operación Gerónimo, cuatro unidades de élite irrumpieron en el complejo paquistaní donde se ocultaba Osama y lo abatieron. Su cuerpo fue lanzado al mar, pero el misterio en torno a todo lo que pasó desató una ola de teorías de la conspiración, incluyendo la de que no murió ese día.

La caída de los líderes de Al-Qaeda, mientras tanto, debilitó a la organización terrorista, pero surgió una más peligrosa por su manera de actuar: el Estado Islámico. Osama se había ido, pero el terrorismo no. Con información de El Universal.