Osama Bin Laden durante años soñó con un ataque de grandes dimensiones y para ello, confió la misión al pakistaní Khalid Sheikh Mohamed, quien fue descrito como la mente maestra del ataque que concluyó en el derrumbe de las Torres Gemelas, pero que se planificó por 15 meses.

Bin Laden, para aquel entonces con 44 años, era consciente que a partir de ese momento su cabeza tendría un precio tan alto que comprometería a quienes estuvieran a su alrededor. Por ello buscó refugio por 10 años ayudado por los talibanes y pakistaníes para esconderse y sobrevivir. Sin embargo, un día antes del ataque, el 10 de septiembre, realizó una última llamada.

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La llamada fue para Alia Ghanem, su madre que se encontraba en Siria, a quien le habló con precisión y su tono era parecido a una despedida, indicándole que lo más probable era que no podría reunirse por ella por un buen tiempo, debido a que estaba a punto de ocurrir algo grande.

Bin Laden y su madre siempre tuvieron un vínculo cercano. Cuando tenía tres años de edad, su madre se separó de Mohammed Bin Laden, y su hijo fue criado por su segundo matrimonio en Arabia Saudita.

Al día siguiente de esa llamada de despedida, Alia Ghanem supo de qué hablaba su hijo cuando le dijo que “algo grande” estaba a punto de ocurrir. También se hizo la idea que más nunca podría verlo vivo, ni muerto. Diez años después, un equipo de comandos Seal de los Estados Unidos localizó al jefe terrorista y lo mató el 2 de mayo de 2011 en Abbottabad, Pakistán.