La Cruz Roja norteamericana enfrenta su peor escasez de sangre en más de una década, lo que significa un riesgo preocupante para atender a pacientes hospitalizados, y declaró por primera vez una crisis nacional de sangre, en medio de la oleada de contagios de COVID-19, consecuencia de la variante ómicron.
La organización asegura que registró una disminución del 10 % en la cantidad de donantes desde el inicio de la pandemia. Otros centros de sangre sin fines de lucro también alertaron sobre la situación.
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Anualmente en el país se transfunden más de 16 millones de unidades de sangre y productos sanguíneos, y se necesitan más de 45.000 unidades diarias.