Sandra Rodil Posada, científica de la UNAM, indicó que frente a la emergencia de nuevas variantes del Covid-19, más transmisibles, es necesario adecuar la aplicación de medidas de protección para evitar contagios, ya que el SARS-CoV-2 ya no actúa como lo hizo al inicio de la pandemia, por lo que debemos aplicar mayores cuidados; uno de ellos es el uso de cubrebocas, que ni con la llegada de las vacunas, se ha reemplazado la eficacia que otorgan. En este sentido, la investigadora esclareció dudas en cuanto a qué mascarillas es la más afectiva para evitar contraer la enfermedad.

Aún antes que las autoridades sanitarias del país oficializarán el primer caso de Covid-19, detectado en México -el 28 de febrero del 2020- los cubrebocas fueron uno de los productos de protección personal de mayor demanda, al grado que, en muchas zonas, se agotaron tras las denominadas “compras de pánico”, sucedidas en el primer trimestre de ese año. En la actualidad, conseguir una mascarilla quirúrgica no supone un problema, ya que han sido producidos en serie, sin que la mayoría de estos cuenten con el sellado oficial, que acredita los ofrecimientos del producto.

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En este contexto, Rodil Posada, del Instituto de Investigaciones en Materiales de la UNAM, señaló que cualquier cubrebocas “es mejor que nada” y que cada uno de ellos, con sus beneficios y deficiencias, puede proteger a la persona que lo utiliza, si este está bien colocado, por ello no se debe de tener la falsa creencia que una mascarilla quirúrgica es más fiable que un cubrebocas de tela, pues, en muchas ocasiones, se usan de forma inadecuada. “Es difícil contestar en general cuál es mejor o cuál es el que todos deberían usar”, dijo en un comunicado.

Pros y contras

Para la experta de la UNAM es tan válido usar una mascarilla de alta eficiencia, como las N95 o KN95, que los cubrebocas de tela de tres capas, ya que si bien, las primeras prometen un 95% de filtrado de partículas y aerosoles, mientras que las segundas sólo impiden el acceso de estos en un 50%, el sobreuso de la mascarilla quirúrgica hace que pierda eficacia paulatinamente, ya que está diseñada para un uso de cuatro horas y llega a hacer utilizada hasta por una semana entera.

“El problema que tenemos aquí es que debemos considerar que son desechables y de un sólo uso, su diseño está pensado para que se utilice alrededor de cuatro horas. Después de ese tiempo la eficiencia va decayendo”, puntualizó, por lo que, en cierto momento de uso, podrían comenzar a ofrecer menos efectividad que los cubrebocas de tela.

“(…)Si voy a usar un cubrebocas N95 toda una semana, realmente no tuve la ganancia o la protección porque no lo utilicé adecuadamente. De allí viene la idea de que puedo usar un cubrebocas con menor eficiencia de filtrado, pero debo usarlo adecuadamente y cambiarlo cada determinado tiempo”, puntualizó la doctora.

Además, Sandra Rodil expuso que ya no sólo se trata de tener el poder adquisitivo para adquirir este producto recurrentemente, sino que la población debe dimensionar qué tan en riesgo se encuentra de contraer el Covid-19, dependiendo de su condición. Es decir, si vive en hacinamiento, el lugar donde labora le demanda un trato constante con un sinnúmero de personas, el transporte público en el que se moviliza está muy concurrido, se desempeña en un área de la salud, etc.

“Las tres capas (de tela) dan bastante eficiencia, de alrededor de 50%, y se ha demostrado que es bastante bueno para el público en general que no está expuesto a un contacto tan directo con personas enfermas”, aseveró.

N95, KN95, KF94 o FFP2: ¿Cuál es más conveniente?

La doctora en ciencias, por la Universidad de Cambridge, -además- se dio a la tarea de aclarar la diferencia que existe entre las mascarillas marcadas como “N95″, K”N95”, “KF94” o “FFP2”; no se trata más que de la norma de certificación. Rodil Posada explicó que, dependiendo de la región, la letra con que se denominan varía.

“KN95 es la certificación de origen chino; KF son de Corea; las N son de Estados Unidos, en México también se usa la N, que es la norma mexicana; los europeos son FFP, el FFP2 es equivalente al N95”, detalla la publicación de “Gaceta UNAM”.

Estas normas -detalló- evalúan la capacidad que tiene el material de los cubrebocas para filtrar partículas virales. El protocolo solicita que estas mascarillas impidan la introducción de aerosoles de 3 micras, aproximadamente, medida que equivale a una milésima parte de un milímetro: “entre ellos son equivalentes”, determinó la especialista en materiales.

Aunado a esto, la investigadora de la UNAM recordó que muchas de estas mascarillas son copias y no otorgan la filtración que prometen. Sin embargo, es difícil de identificar la diferencia entre un KN95 original y uno “pirata”; “saber si alguien los copió es complicado, pues los piratas son muy parecidos a los reales”, a excepción de las especificaciones vaciadas en el etiquetado, donde se encuentran los datos de la norma.

Para cerciorarse de la originalidad del producto, la doctora aconsejó llevar a cabo una prueba muy sencilla. Una de ellas es rosear agua o expirar humo de cigarro frente al cubrebocas, si traspasa o no traspasa el material del cubrebocas podrá comprobarse su capacidad de filtración. “La recomendación es comprarlos en lugares donde quien lo adquirió tenga la capacidad de checar que es válida la norma aplicada”, pormenorizó.

Finalmente, Sandra Rodil recordó que ómicron es la variante más infecciosa que, hasta ahora, se ha registrado por lo que el uso de cubrebocas no debe de cesar, al contrario, “tenemos la necesidad más imperiosa de utilizarlos”, pues si la variante produce que las personas que la contraen tengan una carga viral mayor, lo que sucede es que -dentro de los espacios cerrados- la cantidad que virus que prevalece en el ambiente es alta.

“Lo que ha cambiado es que ahora los organismos han aceptado que la transmisión del SARS-CoV-2 ocurre por inhalación, entonces la distancia no te protege del todo, por lo que el segundo punto de protección es el cubrebocas, después de las vacunas”, aseguró.

Con información de El Universal