La crisis del agua del norte de México se está extendiendo a Texas, secando los dos embalses binacionales del Río Grande, del que dependen millones de personas y mil millones de dólares en agricultura.

Un embalse, Lake Falcon, está lleno solo en un 9%. Las comunidades cercanas se esfuerzan por ampliar las tomas de agua e instalar bombas auxiliares para capturar sus heces finales. El otro embalse, Amistad, tiene menos de un tercio de su capacidad.

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“Ha llegado a su mínimo histórico”, dijo María-Elena Giner, comisionada de la Comisión Internacional de Límites y Aguas, que maneja el delicado asunto de compartir el agua con México en el Río Bravo. “Este es un momento histórico en términos de los desafíos que enfrenta nuestra agencia”.

En el extremo sur de Texas, los dos condados más poblados emitieron declaraciones de desastre la semana pasada, mientras que otros luchan por mantenerse al día con la crisis que se desarrolla. Si no llegan grandes lluvias, los suministros actuales se agotarán en marzo de 2023 para unos 3 millones de personas que viven a ambos lados del río en sus tramos medio y bajo