La vacunación contra el Covid-19 se ha convertido en “la gran panacea” para combatir la pandemia. Sin embargo, la producción oportuna de inóculos se ha enfrentado a obstáculos, que mantiene a algunos grupos de la población escépticos con respecto a su eficacia. Sobre todo en relación de las vacunas de AstraZeneca y Janssen, que desde su aplicación han producido coágulos de sangre, potencialmente peligrosos, en algunas de las personas inmunizadas.
Te explicamos todo lo que, hasta ahora, se sabe sobre estos tratamientos.
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Desde comienzos de la pandemia, los científicos han luchado a pasos forzados para diseñar una vacuna eficaz que combata los efectos del virus del SARS-CoV-2. La llegada de las vacunas y su aprobación por las autoridades sanitarias mundiales ocurrió a una velocidad sin precedentes.
Cuando las primeras farmacéuticas presentaron los ensayos clínicos de sus biológicos, muchos expertos externaron su preocupación, pues la creación de un inóculo seguro conlleva años de monitoreo. Los efectos secundarios de una vacuna pueden manifestarse hasta décadas más tarde. Pero la urgencia sanitaria apremiaba, y los especialistas dieron el visto bueno de los tratamientos más fiables y prometedores.
Fue así que, las jornadas de vacunación dieron inicio a finales del año pasado. Las vacunas de Pfizer y Moderna fueron las primeras en ser administradas, seguidas de “Vaxzevria”, el biológico de la empresa biotecnológica europea AstraZeneca.
En este momento, el tratamiento, diseñado en conjunto con la Universidad de Oxford, fue evaluado con un 60% hasta 79% de efectividad. Sin embargo, no pasó mucho para que la marcha de esta vacuna se viera accidentada, luego que se identificara la aparición de episodios de trombos en algunas de las personas que habían recibido la primera dosis
Los coágulos de sangre, también conocidos como trombos, fueron más frecuentes en mujeres vacunadas menores de 55 años, posicionando la edad y el sexo como factores de riesgo a considerar. Estos episodios se caracterizaron por presentarse en los senos venosos cerebrales, desencadenando accidentes cerebrovasculares.
Si bien, las autoridades sanitarias asegurararon que estos efectos adversos eran inusuales, semanas más tarde, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) suspendió su administración.
Por su parte, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA), en Estados Unidos (EU), acumulaba millones de dosis de la vacuna sin usar, ya que los ensayos clínicos que se llevaban a cabo en la región norteamericana fueron suspendidos ante la reacción adversa de uno de los voluntarios europeos.
De esta manera, el gobierno de EU donó millones de estas a otros países, entre ellos México, a quien le proporcionó más de 2.5 millones, pues los representantes sanitarios del país aseguraron que “no había ningún elemento de evidencia científico que sugiriera un alto riesgo de trombosis con la vacuna de AstraZeneca”.
Más tarde, cuando la vacuna de Janssen fue aprobada por la FDA y suministrada en la población estadounidense, a mediados de abril, se notificaron seis casos con coágulos de sangre entre las 6.8 millones de personas inoculadas con la unidosis.
“Ad26.COV2.S”, como también es conocida, tuvo una respuesta parecida a la producida por Vaxzevria. Las trombosis fueron padecidas por mujeres de entre 18 a 59 años. Estos síntomas, además, sucedieron entre cinco a 15 días después de recibir la vacuna.
Los efectos de esta vacuna, con 79% de eficacia, desanimaron a la comunidad científica, pues al inmunizar con sólo una dosis suponía una de las alternativas más rápidas para inocular a la población. Aunado a esto, los representantes de la farmacéutica habían notificado que era resistente frente a las variantes de preocupación (VOC), B.1.1.248 y 501Y.V2, identificadas por primera vez en Brasil y Sudáfrica, respectivamente.
¿Las vacunas de adenovirus son peligrosas?
Cuando los episodios de trombos, desarrollados por los tratamientos de AstraZeneca y Janssen, fueron vinculados con los efectos de las vacunas de adenovirus recombinante, se comenzó a dudar sobre la fiabilidad de esta metodología, buscando que le fuera aplicado un biológico a base de otra estrategia farmacológica.
Sin embargo, representantes de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) aseguraron que las vacunas de vector viral son seguras, ya que no contienen al SARS-CoV-2. En cambio, utilizan al adenovirus 26 (Ad26) que forma parte de una familia de patógenos, que provocan la infección de una gripe común.
Las semejanzas entre Ad26 y el nuevo coronavirus permiten que sean utilizadas como sus sustitutos, simulando la proteína de pico (S) del SARS-CoV-2 mediante uno de sus genes. Además, al ser integradas dentro de la vacuna, estos adenovirus pierden su capacidad infecciosa, por lo que no pueden afectar en la salud de las personas.
En este contexto, la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA) aseguró que las trombosis también pueden ocurrir en personas que no han sido inyectadas, por lo que vacunarse es mejor que correr el riesgo de contraer el Covid-19, pues los inóculos desempeñan un papel fundamental para sofocar la pandemia.
¿Qué provoca los trombos?
Pese a que aún no está claro por qué afecta a algunas personas, los especialistas han vinculado su aparición con un recuento bajo de plaquetas trombocitopenia, fragmentos de células muy grandes, provenientes de médula ósea. De la misma manera que forman parte de un tipo de anticuerpos contra el factor plaquetario 4 (anti-PF4), un tipo de proteínas que ayudan a formar coágulos.
Estos factores, aseguraron los estudiosos, podrían ser producto de los sistemas inmunitarios comprometidos, por encima de la fórmula de las vacunas. En este respecto, los especialistas han recomendado acudir a las jornadas de vacunación, cuando así corresponda, pues las trombosis pueden ocurrir por cualquier motivo, y no necesariamente por la inoculación. Con información de El Universal.