Hace apenas unos días, los talibanes se apoderaron de la ciudad de Sibargan (noroeste), segunda capital provincial que cae en manos de los insurgentes en menos de 24 horas desde el inicio de la retirada de las fuerzas extranjeras de Afganistán en mayo.
Aunque ahora prometen una nueva era de paz en Afganistán, con el regreso a la vida normal y una amnistía para aquellos contra los que han luchado durante dos décadas, los afganos y sobre todo las afganas no olvidan las ejecuciones, lapidaciones y las restricciones más básicas que impusieron en su régimen.
Las oficinas gubernamentales, tiendas y escuelas siguen cerradas en regiones capturadas recientemente por el Talibán, y muchos de los residentes permanecen agazapados o huyen a la capital, Kabul.
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Sin embargo, ayer Zabihullah Mujahid, el portavoz de los talibanes, prometió que respetarían los derechos de las mujeres dentro de las normas de la ley islámica, sin dar más detalles. Los talibanes han animado a las mujeres a regresar al trabajo y han permitido que las niñas regresen a la escuela.
Cuando dirigían el país entre 1996 y 2001, las escuelas de niñas estaban cerradas, las mujeres no podían viajar ni trabajar, y estaban obligadas a llevar en público un burka, que cubre todo el cuerpo y el rostro, con una rejilla de tela a nivel de los ojos.
“El burka no es el único hiyab [velo] que puede llevarse. Existen diferentes tipos de hiyab que no se limitan al burka”, declaró Suhail Shaheen, portavoz del buró político del grupo en Doha, a la cadena Sky News.
Con información de El Universal