Transcurridos dos días y medio del primer sismo, las esperanzas de hallar supervivientes se van apagando, pero son muchos los que aún plantan cara al frío gélido del invierno como pueden para ser los primeros en conocer las noticias, buenas o malas, que siguen emergiendo de entre los escombros.

En la aldea de Melkis, en las áreas opositoras al gobierno de Damasco del noroeste de Siria, varias familias aguardan alrededor de una hoguera improvisada junto a los edificios destruidos por los terremotos, a la espera de que los equipos de rescate encuentren a sus seres queridos desaparecidos en la tragedia.

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En esta zona y otras áreas opositoras de las provincias de Idlib y Alepo fuertemente golpeadas por la catástrofe, las operaciones de búsqueda continúan en marcha con la participación de los vecinos y de rescatistas de los denominados Cascos Blancos, que estiman que “cientos” de personas continúan sepultadas.

La agencia EFE señaló que en otros lugares como la localidad de Harem, en Idlib, las labores están siendo lideradas hoy por residentes, voluntarios y combatientes de los grupos armados locales, con una pequeña presencia de efectivos de los Cascos Blancos, los socorristas por excelencias en las zonas sirias en manos de la oposición.

Los terremotos también han dejado a cientos de familias sin hogar, que desde hace tres noches sobreviven a las bajas temperaturas en coches, a la intemperie o, más recientemente, en una serie de albergues abiertos por las autoridades para acoger a los damnificados.