A pesar de que en la legislación nacional no hay ningún apartado que prohíba el consumo de alcohol durante las elecciones electorales y, en este caso, la revocación de mandato, la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIPE) dice que las autoridades competentes pueden tomar medidas para prohibir la venta de bebidas alcohólicas o limitar la hora de su venta, pero ¿qué motiva esta suspensión?

Esta medida se ha tomado para evitar la alteración del orden y la seguridad pública, y tiene sus antecedentes en la Ley Volstead, propuesta por el senador Andrew J, Volstead, con la justificación que evitar el consumo de alcohol, durante estos procesos, moralizaba a la sociedad. Este mandato se creó a partir de 1933, cuando luego de una serie de actos vandálicos realizados durante época electoral, impulsó la aplicación de esta ley.

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Por su capacidad para afectar las funciones perceptivas, fue que desde la década de 1940, en nuestro país se implementaron las primeras campañas que prohibían el alcohol durante los comicios electorales, en búsqueda de prevenir actos violentos a lo largo de las votaciones. 

Aunque para nadie es una novedad que el alcohol tiene un efecto depresor lo que quiere decir que bloquea las conexiones del sistema nervioso central que intentan llegar al cerebro. Como consecuencia, las percepciones, emociones y los sentidos, en general, de una persona sufren una alteración. 

La reacción que el etanol causa en el cerebro han sido relacionados con efectos eufóricos, hipnóticos y desinhibitorios al tener la capacidad de activar el sistema dopaminérgicomesolímbico, una ruta cerebral que se encarga de modular nuestra conducta. Además, el consumo excesivo de alcohol reduce las capacidades motoras, lo que también podría provocar accidentes. 

El alcohol, también catalogado como una droga, es una sustancia adictiva de poca potencialidad, pues es administrada en grandes cantidades (en gramos de etanol), mientras que los efectos farmacológicos de otras drogas requieren sólo de pocos miligramos. 

Desde inicios de los 2000, la ciencia desentrañó que las altas concentraciones permiten que los lípidos se conduzcan con fluidez y alteren a las proteínas de las membranas neuronales. Pero los comportamientos derivamos del consumo excesivo de alcohol varían, esto depende de la dosis, concentración, tiempo de ingesta, y del efecto farmacológico de la bebida específica, ya que algunas estimulan, otras tienen efectos ansiolíticos, hipnóticos, o de refuerzo.

Con información de El Universal